Capilla de la Valvanera


     La Capilla de la Valvanera es un hermoso mirador de la Sabana. Desde allí se divisa el valle de Zipaquirá y Nemocón, la ruta de la sal de antaño,  pasando por las tierras de la Fortaleza de Piedra y, más allá del municipio de Cota y la Capital. Desde la construcción de la capilla, en 1937, esta se convirtió en uno de los sitios turísticos-religiosos por excelencia del municipio junto con el cerro que, desde entonces, se comenzó a llamar “La Valvanera”.
 
     La obra se inició el 6 de enero de 1937. Ese día se llevó a cabo una misa campal y se instaló la primera piedra. Así lo recuerdan Pablo Emilio Rodríguez que fue administrador del Resguardo Indígena, y participó en la obra; y Clemente Villate, igualmente colaborador en su construcción y quien, a la postre, se convirtió en el primer sacristán de la capilla, labor que ejerció durante los siguientes cuarenta años.
 
     La construcción de la capilla fue iniciativa del párroco Luis Alejandro Jiménez, quien arribó al municipio en 1936, en reemplazo de Guillermo Ángel Olarte. A finales de ese mismo año, la comunidad del Resguardo Indígena había iniciado la construcción de una capilla en adobe, en el sector de los Lavaderos, precisamente cerca del actual salón comunal.
 
     Claro está, las pretensiones del párroco eran otras. Su verdadera intención era construir un templo para la posteridad, en honor de la virgen de la Valvanera, en un lugar donde se divisara desde cualquier sitio de Chía. Aunque, inicialmente la comunidad se opuso ya que el avance de la capilla en adobe era notorio, el presbítero los convenció con oraciones y promesas, obteniendo el permiso para construirla a su gusto y donde quisiera.
 
     Fue entonces cuando, junto a algunos voluntarios, fijó su mirada en la imponente colina que formaba parte del Cerro de la Cruz; justamente a lado de una cruz tallada en piedra, colocada para exorcizar a los malos espíritus que asustaban a los campesinos que bajaban a misa los domingos. “Este es el sitio para construir la casa de mi madre”, dijo el sacerdote impresionado por la belleza de la Sabana de aquel entonces, extasiado por el verde de las labranzas y el gran río que jugueteaba entre los alisos y sauces.
 
     La primera reunión se realizó el 8 de diciembre de 1936, día de la Virgen, pues era tanto el afán del párroco por tomar posesión del nuevo sitio que, tres días después, ya se había construido un quiosco de tamo y madera e instalando la virgen que había traído de la iglesia de Santa Bárbara de Bogotá. El 1 de enero se celebró allí la misa de año nuevo y se acordó que el 6 de reyes se colocaría la primera piedra. Efectivamente, luego de una misa, así se hizo.
 
Se nombró como director de la obra a don Santiago Parra. “Hubo muchos sacrificios debido a la falta de vías pues en aquel entonces sólo existía el camino a Tenjo y, a lomo de burro, en yuntas de bueyes o en nuestros propios hombros, subimos el ladrillo, piedra, cemento y agua. Asimismo, es de resaltar que un aspecto fundamental para la realización de este proyecto fueron las marchas de ladrillo con las que, tiempo después, se terminó de construir el templo” – Relataba Clemente Villate.
 

     Tiempo después, el párroco Luis Alejandro Jiménez fue trasladado al municipio de Topaipí. Narran que, en aquella época, estaba terminando la hegemonía conservadora en el país con la llegada a la presidencia de Olaya Herrera y López Pumarejo y, en Chía, por primera vez llegaron los liberales al concejo; motivo por el cual el padre Jiménez fue remplazado por el padre Siervo de Dios Rodríguez, quien siempre quiso llevarse el crédito de ser el promotor de la construcción de la Capilla de la Valvanera.
 
     Posteriormente apareció el padre Héctor Horacio Hernández, el famoso Tres Haches, quien hizo construir la plazoleta en medio de las dos colinas donde está ubicada la torre de energía y el templo. El sacerdote también dirigió la construcción de la carretera cercana a las gradas de la capilla y, donde ahora parquean los carros, se realizaban  corridas de toros, utilizándose los barrancos de las lomas para atajar el ganado. Tres Haches se convirtió por cerca de 40 años en la persona más influyente en Chía en los destinos religiosos y políticos de sus habitantes.
 
     Las corridas se acabaron, ahora vemos a los deportistas cada día correr por la montaña o por las escalinatas que hace unos años construyeron y bautizaron como “El Camino de la Vida”.  Es así como “La Valvanera” se ha convertido en el mirador de la Sabana y el sitio predilecto de muchos para celebrar sus matrimonios.

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